Me dejé caer sobre la cama, y cerré los ojos, me estiré como pude, y suspiré. Estar metida en un cuerpo humano, teniendo los poderes de los dos bandos me hacia papilla, acababa rendida, y eso era muchisimo más agotado que cualquier otra cosa. Estiré el brazo y palpé las llaves de un coche, junto con una nota.
Pequeña Ariadna, te dejo las llaves de tu nuevo coche, recuerda pasar por casa. Te quiero. Papá.